En L.A. tome el siguiente vuelo al DF, otra vez tuve que correr para hacer la conexion, creo que ese dia hubiese vencido facilmente a Carl Lewis, llegue al DF al mediodia, ahi se acabo mi suerte, el vuelo a Veracruz ya habia salido, no importaba, nada me detendria, tome el trolebus y me fui a la TAPO, a donde aborde el siguiente ADO.
Mi abuela fue mas mi madre que mi verdadera mama, ella me cuido de pequeño, y me enseño a ser hombre, fue su educacion moral la que aun me guia y fue la que me cuido cuando estaba enfermo, fue la que me consiguio nanas cuando ella ya no podia cuidarme, ella era una gran viajante, fue quien me enseño que si queria canela, no habia que ir al mercado, sino ir a San Andres por un par de Kilos, o si queria Vainilla el mejor lugar era Papantla; cuando mis padres se mudaron al DF, yo hacia todo lo posible por que me llevaran a visitarla, y en cuanto tuve edad (bueno en realidad antes de eso, a los doce años), me iba solo a Veracruz a visitarlos, o bien me pasaba vacaciones, puentes y fines de semana alla.
Cuando ingrese a la Marina, mis abuelos me fueron a despedir al aeropuerto, y por los proximos diez años no volvi a Mexico a verlos, despues hice visitas, no muy regulares, pero ya llevaba casi dos años sin regresar. Y ese regreso se me hacia lento, el autobus devoraba carretera, a sus 95 km/h, pero aun asi, senti que iba en una tortuga, el viaje a Veracruz nunca se me habia hecho tan largo, esa carretera era interminable, infinita, una extraña desesperacion me consumia, los recuerdos acudian a mi en cada curva, en cada montaña, ese camino lo habia recorrido con ella en tantas ocasiones, que lo conocia muy bien, ella siempre me dejaba la ventana y se sentaba en el pasillo, en los viejos autobuses Olimpicos el interior estaba recubierto de algo parecido de madera y los vidrios eran de un obscuro verde botella, el pequeño niño siempre venia asomandose a la ventana, disfrutando del campo, del viaje, de los paisajes, ella llevaba siempre una bolsa, su enorme bolsa de mano, con sandwiches, bebidas y dulces, a la altura de Acultzingo siempre sacaba un emparedado y me daba de comer, no se si para distraerme o para evitar que viera los enormes voladeros, pero como niño, me emocionaban esos paisajes, esos hermosos paisajes que se veian cuando no habia niebla.
Despues del viaje mas largo de mi vida por esa carretera, llegue finalmente a Veracruz, fui el primero en bajar, no recuerdo como llegue a la casa, pero fue muy tarde, ella habia muerto en la noche, y ahora la estaban velando, su cuerpo dormido en el ataud enmedio de la sala, mi abuelo parado junto a ella, con la mirada perdida, lo abrace, por un rato, y entonces dijo, en su voz de mando que tantas veces habia oido, ¡apestas a rayos, subete a cambiar!, la ultima orden que jamas le oi, esa noche su alma murio tambien, se convirtio en un cuerpo sin vida, y tambien murio una de las partes mas hermosas de mi vida. Me tuve que hacer cargo de todo, unos dias despues me lleve a mi abuelo a Norfolk, no lo podia dejar solo en esa casa, y tenia que pedir una dispensa especial, me la concedieron y regrese a Veracruz con el, para cuidarlo los ultimos meses de su vida.