Era una noche de invierno, estabamos haciendo maniobras cerca de un pueblito de Veracruz llamado La Concha, a un compañero y a mi nos habia tocado controlar un cruce de caminos en la noche, en realidad no habia nada que hacer, eran los tiempos en que Mexico era tranquilo, la gente buena y las noches pacificas.
Estabamos parados en nuestra trinchera de costales, platicando de cualquier tonteria, eramos jovenes cadetes, nuestros fusiles de cerrojo colgando de nuestro hombro, si efectivamente, aun en los ochentas habia fusiles de ese tipo en Mexico, cuando vimos que algo se acercaba, la luna brillaba intensamente, llena, y podiamos ver el polvo azuloso del camino levantandose, de seguro alguien regresando tarde y rapido a casa, pero cuando la nube estuvo bien a la vista, no podiamos creer lo que veiamos:
Era un burro, que iba corriendo, pero sus pezuñas no tocaban el suelo, en su lugar parecia que corria sobre una nube de hojas y polvo, como si flotara, enmedio de una polvareda, nos quedamos congelados por un segundo, nos miramos uno al otro y salimos corriendo, nos aventamos a una zanja de un pequeño canal que corria junto a las milpas y nos arrastramos, en ese momento oimos un grito, como un gemido femenino, gutural y profundo, que hacia que una sensacion de miedo te recorriera la espalda.
Nos esperamos un rato, y salimos lentamente, viendo en todas direcciones, llenos de lodo, solo en ese momentos nos acordamos de nuestros fusiles, hasta entonces cortamos cartucho y los sujetamos firmemente, pero ya no se veia nada, la aparicion se habia desvanecido, no esperamos mas, nos fuimos casi corriendo a nuestro campamento base.
Al dia siguiente, les preguntamos a los habitantes del lugar, nos dijeron que era la Llorona, que se le aparecia por esos caminos, a los que se atrevian a andar ahi en la noche...
Esta narracion me la platico un amigo, en esas noches eternas de guardia que hay cuando uno es cadete, en que las historias de fantasmas animan las frias madrugadas.